jueves, 19 de enero de 2017


LOS NUEVOS DESEOS



Ya han pasado varias semanas desde que comenzó el año. Nos hemos apuntado al gimnasio, a un club ciclista, hemos iniciado una colección o un curso de cocina y hemos pensado en cambiar nuestro vestuario. El trabajo diario sigue igual, las rutinas se repiten, hemos faltado al gimnasio en mas de tres ocasiones y la ropa sigue sin cabernos.
Esta visión un poco deprimente de los deseos de año nuevo es más frecuente de lo que querríamos. En lo que a la alimentación se refiere, es muy difícil cambiar y casi imposible hacerlo si queremos variar nuestros hábitos como si le diésemos la vuelta a un calcetín.
El cambio de hábitos alimentarios, si es necesario, se debe realizar progresiva y lentamente, pensando no solo en grandes metas como no voy a ingerir nada en exceso y todo va a ser sanísimo y buenísimo. Precisa , como todo en nuestras vidas, de planificación tras pensar muy bien cuáles son los objetivos en función de las necesidades y de cómo los cambios nos afectarán en el resto de actividades diarias a nosotros y a los que nos rodean, a nuestra vida familiar y laboral, al descanso y al trabajo.
Como todo no se puede cambiar de una vez, para llegar a mejorar nuestra alimentación, sea cual sea nuestra situación, hay unas reglas básicas que seguir y que son útiles para el común de los mortales, estén sanos o enfermos, presenten un exceso de peso o lo contrario, se sea más joven o más mayor, se esté creciendo o envejeciendo.
Lo primero es valorar el número de comidas que debemos realizar al día. En general oscilarán de cuatro a seis, dependiendo del número de horas de vigilia y de sueño que tengamos y del nivel de actividad física y mental que realicemos, así como de nuestras capacidades digestivas. No es lo mismo salir a trabajar o estudiar que estar en reposo con poca actividad física. Tampoco es igual tener treinta que ochenta años, no solo por el consumo de energía, sino porque con los años los procesos digestivos se enlentecen y se necesitan ingestas repetidas y en ocasiones más cantidad de ciertos nutrientes porque se digieren y absorben menos porcentajes del alimento ingerido.
El pensar en el número de comidas nos debe hacer replantearnos la organización general de nuestra actividad, los horarios de los que disponemos para realizarlas y su diseño en función del tiempo de preparación previa y del que vamos a tener para realizarlas. Es lógico pensar que no vamos a comer lo mismo si tenemos paradas a lo largo de la jornada de diez o quince minutos que si tenemos una corta y otra de treinta o sesenta minutos o mayor, pasando de comer alimentos fríos que se preparan en poco tiempo, incluso se pueden comprar ya hechos, a alimentos calientes, bien traídos de casa en recipientes isotérmicos o bien calentados en nuestro trabajo o centro de estudio, etc., que además precisan algo más de preparación en casa.
Si queremos comer mejor, más veces si es preciso, como para todo en esta vida, hay dos objetos que nos ayudarán mucho y no son comestibles. Lápiz y papel para escribir nuestros horarios y actividades y así poder organizarlas; para preparar un menú, mejor semanal, adaptado a nuestras circunstancias (necesidades, economía, tiempos de preparación, conservación, etc.); para hacer una lista de compra que permita realizar lo anterior.
A muchos, esto les parecerá un trabajo inútil, pero si pensamos con frialdad, la planificación es ese tiempo gastado en evitar que luego perdamos mucho más en actividades repetitivas, hechas con prisas y, en general, más costosas en esfuerzo y economía. Por qué no planificar la comida y sí el trabajo o el deporte. Si comemos mal, rendiremos peor en todo aquello que hagamos, incluido el descanso, el sueño, nos cansaremos más y se nos puede alterar hasta el estado de ánimo.
Simplemente, en dos a cuatro semanas podremos automatizar el hacer las comidas que necesitemos y su planificación previa. Así veremos cómo nos encontramos mejor y será mucho más fácil iniciar otros cambios si no queremos hacerlo todo a la vez, como realizar ejercicio físico habitual, estudiar algo nuevo, iniciar la práctica de una actividad creativa, etc.
Comer bien no solo nos hace estar bien, nos alarga la vida, nos mejora su calidad, evita muchas enfermedades, enlentece la aparición de los problemas asociados al envejecimiento y, además, es uno de los grandes placeres de la vida.