FIBRA DIETETICA
Cada
vez que oímos hablar de fibra, y no nos encontramos en una conversación de moda
o telas, el que habla se refiere, en general, a la fibra dietética. Esta parte
de nuestra alimentación es un conjunto de Hidratos de Carbono que, al contrario
de otros que aportan energía, no se pueden digerir y por lo tanto tampoco
absorber, no convirtiéndose en energía ni en sustrato de los tejidos orgánicos.
Así, como cualquiera puede deducir, la fibra dietética, se eliminará por el
tubo digestivo formando parte de las heces.
La
fibra y el agua representan más del 95 por ciento de las heces. El resto, a
veces menos del 1 por ciento, son otros productos de desecho de la digestión de
los alimentos y otras sustancias que se segregan al intestino para su posterior
eliminación.
Lo
importante de la fibra proviene de lo dicho, da volumen a las heces y por lo
tanto facilita su movimiento y eliminación, evitando el estreñimiento (para
ello es preciso beber suficiente agua, pues mucha fibra y poco agua produce el
efecto contrario, el enlentecimiento del tránsito en el intestino y causa
digestiones difíciles, lentas y con muchos gases). Además, liga sustancias que
se deben eliminar, como tóxicos, colesterol de las sales biliares, algunos
otros hidratos de carbono y grasas de la dieta, etc., con lo que hace de
barrendero intestinal y limita la absorción de energía y de grasas, siendo muy
útil en parte del control de situaciones en que se tienen las grasas o la
glucosa en sangre más elevadas de lo normal. Esta es la base de algunos
fármacos que se han desarrollado para las enfermedades nombradas.
Por
último, pero no menos importante, la fibra dietética favorece la masticación, y
por lo tanto el buen cuidado de la dentición, y, al aumentar el volumen de la
comida ingerida, causa un efecto saciante mayor y más acelerado. Esto último es
muy conocido como el efecto “comida china”, que nos llena muy deprisa, aunque
después tengamos hambre bastante pronto.
Pero,
¿dónde se encuentra la fibra dietética?. En todos aquellos productos que sean
de origen de origen vegetal, porque la fibra es un compuesto complejo de
hidratos de carbono (de moléculas de azúcares) que el aparato digestivo del ser
humano no puede digerir, al contrario de otros animales como son los
herbívoros.
La
piel y parte de la pulpa de las frutas, las nervaduras de las verduras de hoja,
la cáscara de los cereales, el pellejo de las legumbres, son las fuentes más
ricas de fibra de nuestra dieta habitual. Si comiésemos algunas algas como
ciertos peces o mamíferos, también ingeriríamos fibra, pero todavía no forman
parte de nuestra comida tradicional.
Las
necesidades de fibra de una persona sana y adulta de nuestro país, en
condiciones normales, es decir, con una vida más bien sedentaria, no se están
cubriendo habitualmente, pues se precisan de dos a cuatro piezas de fruta y una
o dos raciones de verdura (cocinada o fresca) al día. Pensándolo bien, da un
poco de vergüenza que, en un lugar del mundo donde existe la, probablemente,
mayor variedad de frutas y verduras del mundo y de formas de cocinado, no
consigamos comer y disfrutar todos los días de una dieta rica en fruta,
verdura, hortalizas y legumbres.
Caparrones,
fabada, cocido, menestra, espárragos a la plancha, tombet, caldo gallego,
ensaladas, repollo, pimientos fritos o asados, macedonias de frutas, naranjas
levantinas y cordobesas, peras de San Juan, melocotones de Calanda,
albaricoques de Lérida, kiwi gallego, etc., etc., etc. Con todo esto, la fibra
y el buen yantar están asegurados.