MENOS PLATO Y MÁS ZAPATO
Quizás
el más grande de todos los padres de la Nutrición, el Profesor Grande Covián,
tenía esta frase como la más ajustada a lo que se debería considerar no solo la
base de las dietas de adelgazamiento, sino de una buena dieta para el común de
los mortales y de lo que es, por acuerdo de los que saben sobre salud en la
población general la base de un estilo de vida saludable, que nos permita vivir
más y mejor.
Si
a eso se suma que, de forma acertada en mi opinión, las maneras de comer en
nuestro país son las mejores del mundo, tanto por su variedad en formas de
cocinado como por la diversidad de productos alimentarios, el conseguir comer
bien y el poder perder peso debería ser bastante más fácil de lo que pensamos
y, sobre todo, de lo que hacemos habitualmente, sin dejar de disfrutar del
placer de la comida y de la compañía.
La
realidad, tal como sabe cualquier experto en Nutrición, al igual que en
cualquier faceta de nuestra vida, es tozuda y nos demuestra a lo largo de los
siglos que el comer bien no es comer ni mucha ni poca cantidad, no es comer a
todas horas del día ni reducir el número de comidas a una o dos.
Tal
como hacían nuestros abuelos, y nos demuestran nuestros hijos antes de haberles
deformado con los malos ejemplos que les estamos dando, el comer, no picar
entre horas, varias veces al día, de cuatro a seis en función de nuestro
trabajo y horarios de sueño y vigilia, nos permite no solo mantener el peso que
debemos tener sino, también, rendir al máximo en nuestras labores diarias,
física e intelectualmente, tener mejores digestiones y mejor ritmo intestinal y
hasta dormir mejor.
Hoy
día, con una vida sedentaria, no debemos disminuir el número de comidas,
debemos mantenerlo. Eso sí, deben contener menos cantidad de calorías pero con
un reparto adecuado, equilibrado y variado de los diferentes alimentos y grupos
de alimentos que tenemos a nuestro alcance.
El
realizar desayuno, comida y cena, con una media mañana y una merienda si hay
suficiente número de horas entre ellas o un gran desgaste físico, es lo ideal
para mantenernos en actividad y, también, aunque no lo parezca, para perder o
ganar peso, según los casos. Incluso algunas veces se necesita una última
comida ligera, la sexta del día, antes de acostarnos, según nuestra situación.
El
truco, el evidente al que nos lleva el sentido común, es que las raciones, los
platos, sean menores de lo que se está comiendo habitualmente y volver a los
alimentos de siempre sin abandonar todo lo nuevo que nos ofrecen estos tiempos.
Se nos están olvidando las legumbres, las verduras y las hortalizas, no comemos
fruta de postre, pasamos de comer grasas que también son imprescindibles en la
dieta (las de los pescados, el aceite de oliva, las de origen animal y los
huevos) y nos atiborramos a alimentos proteicos manufacturados, despreciando lo
de toda la vida.
Desayunar
con una naranja, una porra (no tres) o una tostada con aceite o mantequilla y
un café con leche; el bocadillo de media mañana, pulguita o como decíamos de
jóvenes, una flauta, de embutido, queso, paté,…; la comida de un plato único o
de tres platos, con sus verduras u hortalizas, legumbres, carne o pescado o
huevo y su fruta de postre, según el tiempo que tengamos y lo que vayamos a
hacer luego; la merienda de pan con chocolate o chorizo o un tazón de leche con
pan desmigado; y una cena ligera con su sopa o su ensalada y un poco de carne,
pescado o huevo con algo de fruta. Todo esto es salud y no está regañado con el
buen comer ni con disfrutar de buenos y sabrosos platos y, si es posible, con
buena compañía.
La
caldereta de cordero, el cocido madrileño, el cocido berciano, las gachas, un
marmitako, la fabada, la carne de Ávila y la gallega, las papas arrugás, la
paella y la fideuá, el tombet, la tortilla de patata,… y así casi hasta el
infinito, son buenos y sanos, debemos comerlos y disfrutarlos, pero sin que
sean raciones pantagruélicas, igual que no es sano comerse de una sentada un
kilo de judías verdes o de peras.
En
cuanto al ejercicio físico, no se trata de ir al gimnasio, que también puede
ser bueno, ni de salir a correr por el asfalto, sino de caminar hasta nuestro
trabajo o para ir a la panadería, de subir y bajar por las escaleras en casa,
el trabajo y el transporte público. Bajarnos una o dos paradas de autobús o Metro
antes de la nuestra, bajarnos del ascensor dos, tres o cuatro pisos antes de
aquel al que vamos, dar rodeos para llegar a donde vayamos, es un buen, “no”,
un excelente ejercicio físico.
El
hacer ejercicio al aire libre no solo nos permite mejorar el trabajo muscular y
articular , sino que nos hace estar más tiempo expuestos a la radiación solar
(puede ser indirecta, no tenemos que ir por la acera del sol) y activar así la
vitamina D.
En
resumen, si el plato es menor, aunque no por ello menos variado y delicioso, y
le damos más vidilla a la suela del zapato, nuestra vida será mejor.
Aunque
la frase más oída últimamente sea que “hay que hacer una vida más saludable”
“hay que cambiar el estilo de vida”, a mí me gusta más la de uno de los más
grandes españoles del último siglo como fue el PROFESOR GRANDE COVIÁN y que ya
he dicho desde el principio “Menos plato y más zapato”.
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