EL DEPORTE Y LA COMIDA
Precisamente
en estos momentos en que los deportes están en todos los medios de comunicación
gracias a las Olimpiadas de verano, que va a comenzar la Vuelta a España y
también, de nuevo, el futbol de varios países, y cuando todavía el ejercicio
físico al aire libre es más apetecible por las temperaturas y las horas de
iluminación solar, se habla más de las dietas en el deporte y del deporte en
las dietas.
Lo
primero es que toda dieta debería acompañarse de ejercicio físico de manera
habitual, y he dicho dieta en general pues la actividad física es necesaria
para mantener lo mejor posible la salud.
Otra
cosa es practicar deporte. En este caso, la dieta se deberá mantener, también
equilibrada y variada, pero con ciertas modificaciones en función de la carga
de trabajo deportivo y del momento de preparación o competición en que se esté.
Se
debe tener claro que la comida, las formas de cocinado habituales, son la base
de una buena dieta, que los suplementos nutricionales no aportan nada extra a
una dieta bien diseñada y calculada y que aun en fases de alto rendimiento,
tanto el valor calórico total como los componentes nutricionales necesarios, se
pueden y se deben obtener con alimentos y platos normales.
La
carga proteica, aun en el caso de tener que trabajar y desarrollar la musculatura, se obtiene con facilidad con
las fuentes proteicas habituales como son las carnes y los derivados cárnicos,
pescados, legumbres, lácteos, huevos, etc, teniendo en cuenta que trabajos de
entrenamiento muy intensos podrían aumentar las necesidades proteicas de los
0.5 mg de proteína por kilo de peso y día (admitido como el consumo diario de
una persona con actividad física normal, aunque hay estudios que rebajan más
esta cantidad) hasta niveles cuatro, seis e incluso ocho veces este valor, solo
con la dieta y sin tener que añadir
suplementos.
Además,
al utilizar proteínas de alimentos, no concentradas, ingerimos sales minerales
y vitaminas que mejoran su aprovechamiento y uso en el recambio y creación de
musculo, sin que exista un exceso inmanejable que se transformará en energía o
grasa y sobrecargará los sistemas metabólicos, sobre todo en hígado y riñón.
La
energía y las reservas de glucosa, como bien saben todos los deportistas, se
deben ir creando a partir de, básicamente, alimentos ricos en hidratos de
carbono. Es por esto que el arroz y la pasta se utilizan tanto, preferentemente
antes de las competiciones, para llenar las reservas musculares y hepáticas de
glucógeno, sin olvidar productos como la patata, las frutas, los lácteos, etc,
que también son buenas fuentes de hidratos de carbono, además de aportar
muchísimas sales minerales y vitaminas.
Una
de las fuentes energéticas usadas en fases de competición, para evitar sufrir
agotamientos bruscos son las barritas energéticas, que no son un sustituto de
una alimentación bien calculada, sino el apoyo a la misma. De todas ellas, la
primera, la de uso más antiguo, pero la más desconocida aunque sea la más
española, es el turrón y sus múltiples variaciones, pues une a la miel los
frutos secos, con todas sus propiedades nutricionales. El turrón era una de las
maneras en que nuestros antepasados podían transportarse y tener una fuente
energética alimenticia en buenas condiciones de conservación durante meses, y
con un peso no muy grande para ser transportado.
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