Vamos a hablar del concepto del sobrepeso, de la obesidad y de cómo plantearnos perder o mantenernos en el peso que tenemos.
Las dos palabras, sobrepeso y obesidad, quieren decir que tenemos unos kilos más de aquéllos que, por estudios estadísticos en grandes poblaciones, deberíamos tener en relación con nuestra edad y sexo. Esto no sólo se calcula con fórmulas estandarizadas que relacionan talla y peso, aunque sí nos dan una idea aproximada, pues también depende de otras características de la persona, como son su estructura ósea (el hueso pesa y a veces mucho más en algunas personas) y la masa muscular que poseamos, así como el grado de atrofia muscular en algunas enfermedades (que se puede ocupar por tejido conjuntivo o bien por grasa, siendo muy diferente lo uno de lo otro).
Una buena valoración del estado nutricional y del peso de una persona incluye lo dicho sobre talla y peso, pero también mediciones de perímetros óseos y pliegues grasos en 4 ó 5 zonas del organismo, sumado todo ello a pruebas complementarias (sobre todo para descartar problemas asociados) y dos cosas básicas que son la opinión del experto basada en algo que se llamaba ojo clínico y que no es más que la unión de la experiencia con la ciencia, y la última y más importante, la vivencia de la propia persona.
Respecto a esto último, aunque todo nos diga que una persona pesa más de la cuenta, es ella misma, salvo casos extremos, la que con su sentido individual determinará si ese sobrepeso es algo que le produce una alteración de la salud. Si no contamos con ello, jamás podremos hacer nada eficaz ni efectivo, pues nos determinará el que pueda o no corregir su situación. Este convencimiento debe adquirirse por uno mismo con ayuda o no del profesional que le atiende pero, “nunca”, por modas o presiones laborales o sociales que sólo conducirán a un estado continuo de infelicidad y por lo tanto, y a partir de ese momento, a la enfermedad, no por sobrepeso, sino por causas psicológicas extrañas a la propia persona en su origen.
Una vez que alguien se convence de su situación y que un profesional ha objetivado que es real es cuando, de acuerdo con la persona, se puede plantear un tratamiento.
Todo tratamiento se basará en un pilar sobre el que girará y se apoyará todo, que es el acuerdo profesional-paciente en lo que se va a hacer, cómo se hará y a qué meta, más o menos clara y alcanzable, se llegará. Esto implica que se conozcan hábitos de vida, gustos, condicionamientos laborales, familiares y sociales, posibilidades de cocinar y comer lo que se crea conveniente, tiempo de evolución, ingestas previas, condicionantes añadidos de otras enfermedades, fármacos que se toman por otras causas, posibilidades de ejercicio y, para finalizar, explicaciones del profesional de cómo va a tener lugar todo el proceso, de cómo se va a perder peso y volumen, más o menos en qué cuantía, que cambios físicos se sufrirán (todo el cuerpo variará al ir aguantando poco a poco menos peso, cambios en el centro de gravedad, variaciones en los puntos de carga y tracción osteoarticulares, hábito intestinal y miccional, etc.).
En el fondo y tras todo esto, el tratamiento se fundamentará en una dieta personalizada, variada en el tiempo (diferentes comidas en el día, cambios en distintos días y épocas del año según alimentos de temporada y clima) y que tendrá una característica común, que es que se comerá menos (no siempre en cantidad sino en calorías) de lo que se consume y que nos llevará, unido a un ejercicio físico posible para el paciente, a una pérdida gradual y espaciada de lo que nos sobra, que es grasa y no músculo.
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