Cuando pensamos en los dulces, no en
bollería sino en productos de pastelería, caramelos, etc., a muchos de nosotros
nos vienen a la cabeza recuerdos de domingos, fiestas, celebraciones, etc., en
que íbamos a la pastelería al mediodía a comprar ese postre especial que
compartir en la familia. En otros momentos nos acordamos de ese kiosko que
estaba al lado de casa o del colegio, donde podíamos comprar los caramelos o
cromos o, a veces y con mucha fortuna, las dos cosas a la vez.
En estos momentos, todo
lo que incluimos en el término dulces, supone, sobre todo para los padres y
para algunas personas con ciertas enfermedades, o sin ellas, un problema al no
saber si son buenos, si se deben comer o no.
En general, los dulces
de pastelería son un alimento y de muy buena calidad. Nos aportan a la dieta
calorías y, sobre todo, nutrientes de alta calidad (carbohidratos, proteínas,
grasa, vitaminas, minerales) dado que sus elementos de preparación son huevos,
azúcar, leche, harina, frutos secos, frutas, etc. Pero, el problema de las
calorías, e incluso de personas con intolerancias y alergias, se evitan con
sustituciones por edulcorantes artificiales, harinas especiales, etc.
Por todo ello, es claro
que debemos admitir que los dulces de pastelería, hechos en casa, no son sólo
unos alimentos sino unos buenos o excelentes alimentos.
De los otros dulces como
caramelos, chicles, piruletas, gelatinas, etc., se puede decir que, de manera
más general, aportan sobre todo un intenso sabor dulce o ácido o ambos y
energía en forma de hidratos de carbono con saborizantes diversos aunque, en
muchos casos, ya existen con edulcorantes artificiales que evitan el aporte
calórico.
A consecuencia de esto,
podríamos concluir que más que un alimento importante de la dieta son algo así
como un premio o capricho.
El que digamos que unos
y otros tenga mayor o menor importancia en la alimentación, aunque pensemos que
era algo obvio, no significa que unos sean buenos y otros malos. Todos tenemos
derecho a darnos caprichos, a premiarnos y a darnos un gusto, con unos y con
otros. El problema, como con cualquier otro tipo de productos alimentarios es
su uso, el momento y las necesidades.
Si algo en nuestra
alimentación es hábito, puede ser malo por exceso como todo. Hay que buscar la
variedad y el equilibrio. Tan malo es comer todos los días pasteles o arroz con
leche como cocido o filetes de buey.
Posiblemente, al ser
menos nutritivos, los caramelos y similares, se deban controlar más y dejarlos
para momentos especiales.
Los productos de
pastelería sí se pueden y deben incluir en la dieta habitual, pero como el
resto de alimentos, con variedad y moderación.
Aclarar en último lugar
dos puntos respecto a ellos. Siempre se debe uno cepillar los dientes después
de comerlos, para evitar la aparición de caries, como con otros alimentos pero
más con ellos por su riqueza en azúcares. Lo segundo es que en muchos casos, un
dulce representa la manifestación de carencias o necesidades, como faltas de
calcio, energía, proteínas, estados de ánimo un poco bajos, etc., por lo que
los caprichos a veces no lo son tanto.
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