NUESTRA COCINA
En
“un mundo globalizado”, es bueno reaprender lo que ha sido, aunque siempre
miremos al futuro.
La
cocina propia, la de siempre, en cualquier parte del mundo, no solo es una
parte imprescindible del patrimonio cultural de los habitantes de cada zona
geográfica sino, también, una de las razones y de las consecuencias por las que
el ser humano es como es y lo es en cada lugar. Es por esto que “Nuestra
cocina”, seamos japoneses, chinos, malayos, samoanos, islandeses, irlandeses, patagones
o cualesquiera otros ciudadanos del mundo es algo a apreciar y a proteger.
Las
diferentes formas de cocinado, los diversos alimentos, las variadas formas de
comérnoslos, son el resultado del clima, las condiciones geográficas, el
desarrollo de las técnicas agrícolas y ganaderas, el impulso de las ciencias y
la industria aplicadas a la alimentación a lo largo de miles de años o, como es
el caso de algunas técnicas industriales, de unas pocas décadas.
Aunque
hoy día la tendencia es a la exportación-importación de hábitos alimentarios,
salvo cambios profundos, la cocina tradicional debe seguir siendo el eje sobre
el que se apoye y gire nuestra forma de comer.
El
utilizar los productos de temporada, cultivados o criados en nuestra cercanía,
no solo nos permite comer alimentos en sazón sino también a buen precio, a la
vez que se fomenta el trabajo de nuestras zonas geográficas.
Esto
no impide que podamos disfrutar de alimentos de regiones y países lejanos, pero
nos obliga a pensar en cómo introducirlos en la dieta habitual para no acabar
con problemas nutricionales por exceso o defecto en la ingesta de determinados
nutrientes.
Es
verdad que probar cosas nuevas es bueno, siempre con mesura y con cabeza. La
influencia de la América del Norte nos ha llevado a consumir muchos cárnicos de
origen vacuno, abandonando en parte los de origen ovino o caprino, que en
muchas zonas de nuestro país son de producción más rentable y beneficiosa para
el campo.
Si
de pronto dejásemos de consumir nuestros cereales y legumbres con derivados
cárnicos o pescados como por ejemplo un buen potaje de cuaresma (esta es la
época de aprobar los garbanzos, las espinacas y el bacalao), por consumir
quinoa o trigo enano producidos en las regiones andinas o las estepas rusas
respectivamente, sería complicado el acoplarlos a nuestra dieta habitual pues
no conocemos bien como mezclarlos y además se produciría una subida del precio
para consumo, no reflejada en el precio de cara a los productores, que haría
que el elemento básico en la dieta fuese casi impagable y por lo tanto no
consumible por la población que los produce habitualmente, con múltiples
consecuencias económicas y de todo tipo en estas zonas del planeta.
Aunque
en este pasado siglo los cambios en los hábitos alimentarios han sido casi
constantes, la adaptación a ellos es algo que nos va a costar bastantes más
años pues deberemos introducirlos en una alimentación equilibrada y variada y
en unos hábitos de vida (ejercicio físico) que también han tenido variaciones
importantes, con el fin de evitar la enfermedad y mejorar nuestra calidad de
vida, que es lo más importante.
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