viernes, 20 de junio de 2014

CAMBIO MEDIOAMBIENTAL Y NUTRICIÓN


CAMBIO MEDIOAMBIENTAL Y ALIMENTACIÓN

 
               
El clima está cambiando pero, no de la manera lenta y progresiva con que solía hacerlo en el curso de los milenios de la historia de nuestro planeta, excepto grandes cataclismos como el impacto de grandes meteoritos en su superficie. Ahora varía con rapidez por la acción del ser humano; cuando decimos con rapidez, queremos decir a una velocidad a la que la mayoría de especies animales y vegetales del planeta no se pueden adaptar y sobrevivir.

Dentro de esas especies, debemos incluir al hombre, a nosotros y, si queremos vivir bien y bastante tiempo, no solo debemos intentar no dañar nuestro medio ambiente, sino adaptarnos a sus variaciones en todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo lo que nos atañe aquí, la Alimentación.

Los periodos de producción de alimentos y la presencia de alimentos estacionales en los mercados, han variado por dos motivos, la producción en sistemas controlados (invernaderos, granjas de producción intensiva) y por la velocidad de los medios de transporte (puede tardar menos en llegar a nuestro país una piña de Costa Rica por avión, que un tomate de secano en recorrer doscientos kilómetros en furgoneta).

El cambio de temperaturas, sus bruscas variaciones, la aparición de fenómenos atmosféricos violentos (tornados, tifones, gota fría, etc.), el acortamiento de estaciones y la aparición de estaciones solo secas o húmedas más que primavera, verano, otoño e invierno, nos hacen más difícil estructurar nuestras comidas.

Lo primero y más importante es intentar mantener una disciplina en los horarios y en los sistemas de comida. No tener horas fijas para comer o hacerlo de cualquier manera (nos olvidamos de aquello de primero, segundo y postre o de que desayunar y cenar también son comidas y se deberían hacer en una mesa y no encima de una servilleta o de una bandeja) solo nos lleva a problemas de todo tipo, incluyendo digestiones lentas y pesadas.

El contenido de las comidas lo debemos intentar adaptar, dentro de lo posible, a los alimentos de temporada (según la temperatura exterior y el trabajo que realicemos), aprovechándonos siempre que podamos, de las nuevas tecnologías culinarias.

El agua, que es un bien muy escaso, hay que aprovecharla. Mientras se pueda beber agua del grifo, como los que tenemos la suerte de vivir en Madrid, hagámoslo. Existen muchos tipos de contenidos minerales en las diferentes aguas, esto es lo que hace que la paella o la fideuá sepan mejor en Levante y que ciertas legumbres cuezan con mejor sabor en zonas de aguas mas frías como el Sistema Central o La Rioja.

Al suavizarse las temperaturas, además de tener trabajos de menor gasto energético, debemos realizar comidas más ligeras y, en ocasiones, en fin de semana más copiosas, pues es en estos momentos cuando nos dedicamos más al deporte y a los trabajos manuales o, el que lo tiene, se va a su huerto o su jardín.

Si no olvidamos las recetas de las comidas de toda la vida y, en vez de hacerlas a partir de una fecha porque toca, las utilizamos pensando en el tiempo y las temperaturas, nos encontraremos mejor alimentados, evitaremos o aminoraremos los daños del sol (vitamina A) y de la exposición al aire, el estreñimiento no aparecerá (mucha fibra de frutas y verduras y agua, agua y agua) y, por encima de todo, nos sentiremos bien con nuestro cuerpo y facilitaremos que la mente también funcione mejor.


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