viernes, 2 de diciembre de 2016


ALIMENTACIÓN Y EDUCACIÓN



La educación es uno de esos procesos que el ser humano realiza, a veces sufre y a veces disfruta, a lo largo de toda su vida. Desde que nacemos hasta que morimos estamos en un constante proceso de aprendizaje que nos ayuda a sobrevivir y a adaptarnos a las circunstancias cambiantes de la vida a nuestro alrededor y en nuestro propio cuerpo.
La alimentación, el qué comer y como comerlo, no solo es algo que debemos aprender, desarrollar, adaptar a las necesidades  de todo tipo (fisiológicas, económicas, sociales, de divertimento) sino que además es parte de la disciplina del aprendizaje de la vida, no se puede ni se debe separar del resto de normas, actitudes y expectativas que tenemos a lo largo de nuestra existencia.
La educación alimentaria es una de las mejores inversiones que se pueden realizar y, sobre todo, si la aplicamos a los más jóvenes. Nos ayudará a estar mejor nutridos y por lo tanto más sanos, activos y alertas. Ayuda a ampliar nuestras ganas de conocer y sorprendernos ante lo nuevo; siempre podemos conocer otros sabores, aromas, formas de cocinado, conceptos diferentes de lo que es enfrentarse a la alimentación con circunstancias diversas de vida.
También forja una disciplina que a la vez puede ser divertida al unir el hecho de tener que comer a unas horas determinadas y con unas formas sociales a la sorpresa y el descubrimiento de que se pueden comer otros alimentos, con otras formas de cocinado, con presentaciones diversas y con maneras de estar distintas.
El probar distintos sabores es bueno, amplía nuestras experiencias y nos abre puertas a la novedad. El llevar siempre a los niños a comer hamburguesas o pizzas si salimos de casa, teniendo en cuenta que son alimentos adecuados en una dieta equilibrada y variada, limita la capacidad de aprendizaje y sorpresa de los niños.
La infancia es el momento de conocer, progresiva y lentamente, sabores, alimentos, formas de cocinado, etc, diferentes. No si no tienen alguna enfermedad, intolerancia o alergia específica, tienen que, en función de su edad y actividad, ir probando de todo e ir aprendiendo a hacer una dieta equilibrada con todo tipo de alimentos.
Al principio los sabores y olores no deben ser muy marcados. La mayoría de los productos deben estar bien cocinados, no pasados pero no crudos.
Para apreciar cosas nuevas es preferible introducir los cambios de uno en uno y no muchos a la vez porque si hay algo que no nos guste o nos siente mal, extenderemos esa categoría a todo lo nuevo.
Las restricciones sin causa real tampoco son buenas. Si un niño no tiene síntomas y signos de intolerancia al gluten, no es bueno retirarlo de la dieta pues le podemos crear una dieta complicada y cara sin motivo y una situación de miedo o prevención innecesarios de por vida.
Uno de los aspectos mejores de haber tenido y tener una buena educación alimentaria, además de conseguir con facilidad un estado nutricional óptimo para nuestras necesidades, es que nos permite abrir nuestra mente y todos nuestros sentidos a otras formas de vida y de pensamiento completamente diferentes de las nuestras. Si queremos entender el por qué de otras culturas y de su evolución, si queremos aprender algo de esos viajes que hacemos o esos documentales que vemos, o si queremos integrarnos en esas sociedades a las que vamos para ganarnos la vida por obligación, casualidad o intención, debemos tener interiorizado el que el aprendizaje alimentario es una de las partes más importantes de la vida de cualquier sociedad, antigua o actual, más o menos desarrollada.
Somos lo que somos por lo que comemos y cómo lo comemos, a la vez que comemos lo que comemos por lo que somos y lo que hemos aprendido.


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