CAMBIOS FISIOLÓGICOS NORMALES Y ALIMENTACIÓN
Parece
que con las prisas y lo “moderno” se nos haya olvidado que lo normal existe y
que lo que ha sido útil desde hace siglos, siga siéndolo. Esto ocurre con una
parte de nuestra vida, la que aquí nos interesa, el ser humano, su desarrollo
normal y su alimentación. Todos nacemos y crecemos, sufriendo a lo largo de la
vida cambios que son fisiológicos, normales. Pasamos de lactantes a niños y de
ahí a la pubertad y la juventud, de ella a la madurez y a la vejez, pasando por
embarazos, deporte, menopausia, etc. Hasta hace unas pocas décadas, la
alimentación habitual, según regiones y hábitos, era suficiente, si se tenía
para comer, para un desarrollo normal. El mayor problema era la escasez, con la
consiguiente malnutrición y sus consecuencias. Con el paso del tiempo hemos
conseguido que, al menos en países como el nuestro, casi todos tengamos la
posibilidad de una alimentación en cantidades correctas; ya no vemos
raquitismos como en los años 40 y 50, ni escorbutos como en los siglos XVI y
XVII.
Hoy
día el problema es que tendemos a considerar que lo normal, que los cambios
habituales de cualquier persona, son algo que rayan con la enfermedad y precisan de cosas especiales, de
extraordinarios en los hábitos de vida y, sobre todo, en la alimentación.
El
crecimiento acelerado de la infancia y adolescencia precisa “de un aporte extra
de calcio y vitamina D”; la menopausia de “hormonas vegetales y fitosteroles”;
los ancianos y adultos de “antioxidantes concentrados”.
El
poder tener alimentos enriquecidos y funcionales es algo que nos ayuda en
muchas situaciones y mas con el ritmo de vida que llevamos, pero la
alimentación normal, la de toda la vida, la que hemos aprendido con nuestras
madres y abuelas, salvo raras excepciones es una maravilla, a la que se le pueden
ir añadiendo variaciones, pero solo añadiendo, no cambiarla como si le diésemos
la vuelta a un calcetín.
Antioxidantes
y fibra de frutas y verduras; calcio y vitamina D de los lácteos; hierro de
cárnicos, bivalvos, lentejas, huevos y lácteos; agua (hidratación) de la de
bebida, las sopas y los caldos, las verduras y las frutas, los lácteos.
En
general, el aporte de vitaminas, minerales, proteínas, etc., incluyendo
aquellos de efecto “antienvejecimiento”, es suficiente con una dieta normal y
no precisamos añadidos. Si necesitamos tomar más vitamina C porque somos
fumadores y consumimos mas, porque creemos que nos evitará los catarros o
porque como antioxidante nos enlentecerá el envejecimiento, tenemos su mejor
fuente en los cítricos (naranjas, limones, mandarinas, pomelos), pero también
en tomates, kiwis, patatas, piñas, etc., alimentos habituales de nuestra dieta,
a nuestro alcance todo el año y a los que sumar los que provienen de otras
partes del mundo.
Ácidos
omega 3, vitaminas E y A, ácidos grasos mono y poliinsaturados, están en frutos
secos (castañas, almendras, nueces,…), aceitunas y aceite de oliva, leche y
lácteos fermentados, hortalizas como las zanahorias, huevos y pescados azules.
Vamos,
que un día con un par de vasos de leche y un yogurt, 4 o 5 piezas de fruta
(valen en zumo algunas), un par de platos de cuchara, una ensalada con aceite
de oliva, pan, y algo de pescado azul sigue siendo sano, antienvejecimiento y
un placer para el paladar.
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