CAMBIO MEDIOAMBIENTAL Y ALIMENTACIÓN
El
clima está cambiando pero, no de la manera lenta y progresiva con que solía
hacerlo en el curso de los milenios de la historia de nuestro planeta, excepto
grandes cataclismos como el impacto de grandes meteoritos en su superficie.
Ahora varía con rapidez por la acción del ser humano; cuando decimos con
rapidez, queremos decir a una velocidad a la que la mayoría de especies
animales y vegetales del planeta no se pueden adaptar y sobrevivir.
Dentro
de esas especies, debemos incluir al hombre, a nosotros y, si queremos vivir
bien y bastante tiempo, no solo debemos intentar no dañar nuestro medio
ambiente, sino adaptarnos a sus variaciones en todos los aspectos de nuestra
vida, incluyendo lo que nos atañe aquí, la Alimentación.
Los
periodos de producción de alimentos y la presencia de alimentos estacionales en
los mercados, han variado por dos motivos, la producción en sistemas
controlados (invernaderos, granjas de producción intensiva) y por la velocidad
de los medios de transporte (puede tardar menos en llegar a nuestro país una
piña de Costa Rica por avión, que un tomate de secano en recorrer doscientos
kilómetros en furgoneta).
El
cambio de temperaturas, sus bruscas variaciones, la aparición de fenómenos atmosféricos
violentos (tornados, tifones, gota fría, etc.), el acortamiento de estaciones y
la aparición de estaciones solo secas o húmedas más que primavera, verano,
otoño e invierno, nos hacen más difícil estructurar nuestras comidas.
Lo
primero y más importante es intentar mantener una disciplina en los horarios y
en los sistemas de comida. No tener horas fijas para comer o hacerlo de
cualquier manera (nos olvidamos de aquello de primero, segundo y postre o de
que desayunar y cenar también son comidas y se deberían hacer en una mesa y no
encima de una servilleta o de una bandeja) solo nos lleva a problemas de todo
tipo, incluyendo digestiones lentas y pesadas.
El
contenido de las comidas lo debemos intentar adaptar, dentro de lo posible, a
los alimentos de temporada (según la temperatura exterior y el trabajo que
realicemos), aprovechándonos siempre que podamos, de las nuevas tecnologías
culinarias.
El
agua, que es un bien muy escaso, hay que aprovecharla. Mientras se pueda beber
agua del grifo, como los que tenemos la suerte de vivir en Madrid, hagámoslo.
Existen muchos tipos de contenidos minerales en las diferentes aguas, esto es
lo que hace que la paella o la fideuá sepan mejor en Levante y que ciertas
legumbres cuezan con mejor sabor en zonas de aguas mas frías como el Sistema
Central o La Rioja.
Al
suavizarse las temperaturas, además de tener trabajos de menor gasto
energético, debemos realizar comidas más ligeras y, en ocasiones, en fin de
semana más copiosas, pues es en estos momentos cuando nos dedicamos más al
deporte y a los trabajos manuales o, el que lo tiene, se va a su huerto o su
jardín.
Si
no olvidamos las recetas de las comidas de toda la vida y, en vez de hacerlas a
partir de una fecha porque toca, las utilizamos pensando en el tiempo y las temperaturas,
nos encontraremos mejor alimentados, evitaremos o aminoraremos los daños del
sol (vitamina A) y de la exposición al aire, el estreñimiento no aparecerá
(mucha fibra de frutas y verduras y agua, agua y agua) y, por encima de todo,
nos sentiremos bien con nuestro cuerpo y facilitaremos que la mente también
funcione mejor.
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