viernes, 26 de febrero de 2016



LA EDUCACIÓN NUTRICIONAL O LA DIFERENCIA ENTRE EL ÉXITO Y 

EL FRACASO DE UNA DIETA 

        
Cuando pensamos en una dieta diseñada y a realizar por alguien durante un tiempo más o menos prolongado, nos solemos fijar en cosas importantes como son el peso y el volumen corporales que perdemos en el caso de las dietas de adelgazamiento, en si no tenemos despeños diarreicos y anemia o malnutrición en las dirigidas a un celíaco, en que no aparezcan dolores abdominales ni alteraciones hepáticas y el crecimiento sea el adecuado en las que se diseñan para alguien con intolerancia a la fructosa, etc., etc., etc.
Pero, además de estos resultados, en el diseño, cumplimiento y seguimiento de una dieta, existe algo que es la educación que supone el cumplimiento de la dieta durante un tiempo determinado y que nos hará que al efecto momentáneo de la dieta (durante el tiempo en que se esté llevando a cabo) se le una el efecto a largo plazo de haber cambiado nuestros hábitos dietéticos.
Una dieta, salvo situaciones casi inexistentes, conlleva en su diseño y en su cumplimiento una serie de características que harán cambiar, más o menos deprisa según la gravedad del punto de partida, los hábitos nutricionales de la persona y aprender una nueva forma de comer.
No solo cambiaremos en el número de comidas sino también en su composición. Esto nos obligará a variar los hábitos de compra, de organización de los alimentos en su almacenaje y de tiempos y formas de cocinado, no por darle un gusto al profesional que diseña la dieta, sino porque al variar los hábitos alimentarios, también deberemos varias nuestros hábitos de vida.
Es por esto que una dieta debe llevar a la persona que la está realizando, a aprender poco a poco y durante un tiempo más largo que corto, cómo debe comer y todo lo que ello implica. Así el profesional que la diseña, debe tener en cuenta todas las circunstancias del “paciente”, introduciendo poco a poco las variaciones necesarias, adaptándose a sus gustos, horarios, economía, aficiones, trabajo, etc., para no acabar con su paciencia, pero siempre teniendo muy claro el fin último de la dieta.
La dieta se convertirá así, a lo largo del tiempo, en una escuela necesaria pues, en la mayoría de los casos, se necesitará que la persona coma de forma adecuada durante tiempo y tiempo.
Si no aprendemos con la dieta y mantenemos los cambios en nuestra alimentación y por lo tanto en nuestro estado nutricional, los problemas reaparecerán. Los intolerantes a la fructosa y los celíacos mantendrán sus defectos enzimáticos toda la vida. El agravamiento de una diabetes mellitus tipo 2 o de la hipertensión arterial se producirá si se agrava el sobrepeso. La posibilidad de formar cálculos de ácido úrico en los riñones o de tener crisis de artritis gotosa en los que presentan esa predisposición se verá multiplicada. Y así sucesivamente.
La solución podría ser estar permanentemente en manos de un especialista en Nutrición, pero esto no solo es complicado sino que va en contra de cualquier planteamiento de independencia personal. Así es el aprendizaje lo más importante.
El poder hacerlo depende de las dos partes, del que diseña la dieta adaptándose al que la va a realizar, haciéndola posible en su cumplimiento y atractiva para su realización, y del que la va a llevar a cabo. Si el paciente se pone unas metas por su cuenta en cuanto al número de kilos a perder, el tiempo que debe realizar la dieta, …, sin tener en cuenta las posibilidades técnicas y, sobre todo, lo que se tarda en convertir en hábito las nuevas prácticas alimentarias, el éxito de un corto periodo de tiempo se convertirá en fracaso a medio plazo.
El profesional debe convencer al que va a realizar la dieta de la conveniencia de cumplir la dieta, de cómo van a realizar los cambios poco a poco (grandes y bruscos cambios no suelen llevar a nada bueno) y del seguimiento que se hará al llegar al objetivo, con el fin de descubrir a tiempo y corregir aquellos malos hábitos que intenten reintroducirse bien por presión ambiental bien por pereza, en nuestra dieta.



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