miércoles, 27 de mayo de 2015

      

 ADELGAZAR CON O SIN PASTILLAS

                                                                         

En los problemas de sobrepeso y obesidad, igual que con muchas otras alteraciones, los pacientes buscan soluciones rápidas y casi mágicas, que ahorren tiempo, esfuerzo y molestias y den resultados casi inmediatos. Además, los profesionales, podemos tender a apoyarnos en sistemas con efectos determinados per sé o bien por su simple uso (efecto placebo), sin que realmente hagan nada desde un punto de vista biológico.

El adelgazar, perder peso, busca como todos sabemos, reducir una cantidad de grasa acumulada en el organismo que no tiene el uso normal de la grasa, como es tener unas reservas razonables de energía y la protección del cuerpo en ciertas zonas, bien frente al frío bien frente a traumatismos.

Este proceso debe ser paulatino para que se vayan adaptando a las variaciones de volumen, peso y necesidades de flujo sanguíneo (aporte de oxígeno y nutrientes), todos los sistemas fisiológicos corporales, como son la superficie y elasticidad cutáneas; el equilibrio, movilidad y estabilidad osteoarticular y muscular; el volumen de eyección cardiaco, su frecuencia de latidos y la presión arterial; el sistema de eliminación de tóxicos hepático y renal; la elasticidad y distensión torácica y pulmonar; los procesos endocrinológicos, etc.

Esto ya es un primer paso contra los deseos de muchos pacientes, que preferirían pérdidas rápidas de peso.

Pero, además, el tratamiento busca, o debe buscar, que la persona no recupere el peso cuando lo abandone al finalizarlo.

Para todo ello, sea quien sea el que plantee el tratamiento, lo que se hace es conseguir una menor ingesta calórica que lo que se consuma habitualmente en forma de energía. Si a esto sumamos que la dieta se adapte a los gustos y necesidades de la persona, habremos conseguido todo lo anterior, como es perder peso y no recuperarlo gracias al aprendizaje.

El usar pastillas es útil en determinadas circunstancias por varios motivos. El primero es que ciertos pacientes se sienten más motivados al inicio del tratamiento. Pero, además, hay casos en que el uso de ciertas sustancias como anorexígenos, antidepresivos, saciantes, etc., podrían, de forma limitada, usarse. Esto siempre que la dieta en sí no compense ciertas necesidades, pues con ella se pueden conseguir casi todos los efectos.

En general los fármacos tienen dos problemas. La dependencia que se puede crear en el paciente de tomar una pastilla. Que compensamos cosas que se deben conseguir con la dieta, de manera que no se aprende a comer bien y al suspender el tratamiento se recupera el peso.

Por último, hay que tener mucho cuidado con ciertos medicamentos como son psicotropos (anorexígenos), diuréticos, laxantes, hormonas, etc., que tienen efectos secundarios y tóxicos y nunca se deben usar sin control especializado.

En resumen, lo ideal es una dieta sin fármacos ni sustancias diferentes a los alimentos que vayamos a consumir de manera habitual en nuestra vida diaria tras finalizar el periodo de adelgazamiento. Los fármacos u otras sustancias no habituales se pueden utilizar, pero teniendo en cuenta que siempre debe supervisar su uso un profesional y que solamente son una ayuda para un corto periodo de tiempo.


jueves, 23 de abril de 2015



OPERACIÓN BIKINI


Ya solo quedan dos meses y medio para poder lucir nuestros cuerpos en la playa, la piscina o la sierra. Son para algunos dos de los meses más agobiantes del año pues, tras casi nueve meses de descuidar nuestro cuerpo, queremos conseguir un cuerpo 10 en ocho a diez semanas. Menos peso, menos volumen, menos talla, mejores formas, un delicioso color de piel y un tono muscular de deportista.
Todo esto es imposible o lo es en casi todos los casos, sin dañarnos física y mentalmente. Para poder estar estupendos física y mentalmente (esto último debería ser lo primordial), tenemos que planificarnos a medio o largo plazo, cambiando nuestros malos hábitos de vida en saludables hábitos de vida y, si no es posible estar preparados para este Verano, cambiar nuestros esquemas mentales y hábitos nutricionales y de ejercicios de cara al verano del año que viene.
Si para un deportista profesional la pretemporada, tras 3 a 5 semanas de descanso, es en ocasiones un suplicio que debe planificarse y asumir dolores por agujetas, tirones y ampollas en los pies, para una persona que no suele hacer ejercicio físico de manera habitual, ni siquiera deporte, esta pretemporada deberá ser mucho más larga, cuidadosa y con ejercicios progresivamente más intensos y corregidos tras los cambios que suponen al organismo la ganancia de músculo, el cambio en la estructura del cuerpo, del centro de gravedad y de la actividad.
En cuanto a la dieta, el cambio de temporada ya es bastante para nuestro cuerpo, como para querer cambiar nuestros hábitos de comida a los de un eremita en su cueva, única y dañina forma de perder un montón de kilos de peso (sobre todo grasa) y poder hacer ejercicio físico.
El peso, si es que lo queremos perder, debe controlarse con una dieta equilibrada y adecuada al cambio climático, al aumento de ejercicio físico que vamos a realizar y, sobre todo, a conseguir un aprendizaje que nos permita seguir en buen estado nutricional durante mucho mucho tiempo y no que nos lleve a ganar todo lo perdido, en kilos y grasa, y algo mas antes de que llegue el Otoño.
Lo ideal es iniciar progresiva y lentamente el ejercicio físico, pasando de nuestra vida ajetreada pero inactiva a una actividad pautada, diaria y no inferior a una hora seguida, ganando poco a poco en intensidad e introduciendo nuevos ejercicios que nos fortalezcan y formen nuestro cuerpo.
Al mismo tiempo es necesario el ir cambiando los hábitos dietéticos por varios motivos. Aumentarán las necesidades calóricas totales por el ejercicio. El consumo de agua, sales minerales y vitaminas también se eleva al estar más tiempo al aire libre y consumir más por desgaste y por el aumento de temperaturas. Como se hace más trabajo físico y debemos ir aprendiendo y aprehendiendo hábitos de alimentación mejores, es necesario pasar a hacer las cuatro, cinco o seis comidas diarias necesarias, en función de las horas de vigilia que tengamos, nuestros horarios laborales y de ocio familiar e individual.
En muchas ocasiones, aunque queramos y debamos perder peso, no serán las dietas muy restrictivas la solución pues un defecto en la hidratación, en la carga calórica, en la cantidad de nutrientes como hidratos de carbono y grasas o el aumento sin medida del consumo de proteínas, vitaminas y minerales, solo nos llevará a estar deshidratados, no tener energía suficiente para realizar el ejercicio que vayamos a practicar, tendiendo al agotamiento precoz  o al efecto de rebote de tener más hambre y comer más, a la par que estaremos sobrecargando nuestro organismo con músculos trabajando con falta de nutrientes, piel sin protección térmica para mantener la temperatura interna al bañarnos pues habremos perdido la capa grasa de protección, y órganos sobrecargados en sus funciones metabólicas y de excreción de sustancias nocivas por exceso, como le pasará a nuestro hígado y nuestros riñones.
Además, en esta “operación bikini”, por mucho que nos pongamos hasta arriba de vitaminas, el sol y su radiación nos dañarán si no adoptamos medidas de protección como exposiciones cortas, a horas menos dañinas y progresivamente más duraderas, estando bien hidratados y con cremas protectoras solares aplicadas al menos veinte a treinta minutos antes de la exposición solar.

Si estos cambios los hacemos poco a poco, los interiorizamos y automatizamos a lo largo de los meses, el año que viene y los que vengan detrás de él no solo no precisarán de operaciones bikini sino que tampoco necesitarán de operación Navidad y Fin de Año, boda, bautizo, etc y nos permitirán disfrutar de nuestro cuerpo (el nuestro y no el de modelos, actrices ni actores idealizados por el cine y el photo-shop) en todos los momentos, con mayor y mejor intensidad y rendimiento, en la vida laboral y , sobre todo, en la privada.

jueves, 26 de marzo de 2015


LA COCINA DE  ENTRETIEMPO



            Como los hombres somos “animales de costumbres”, los cambios de estación nos causan problemas de adaptación en nuestra vida, no sólo por el cambio de temperatura, de ropa (guardar la de invierno y sacar la de verano), de ritmos biológicos, sino también por la forma de alimentarnos.

       Todo proceso de cambio, si es previsible, cosa que parece ser así con el paso de un clima a otro, se puede planificar y además hacerlo de forma pausada y progresiva, aunque los cambios de tiempo en un clima continental, como es nuestro caso, son en general bastante rápidos, sin casi Primavera u Otoño. A ello podemos sumar en muchos casos el que los horarios de trabajo y escolares también varían de una semana para otra.

       A pesar de todo ello, el cambio en la alimentación es posible y deseable, además de planificable.

       En estos próximos meses y ya alguno de los pasados, los alimentos de temporada han cambiado, tanto en lo que se refiere a frutas y hortalizas, como a pescados y, en menor medida,  a carnes. Las legumbres, pastas, arroces y derivados lácteos no cambian, pero sí la apetencia por ellos y por su forma de cocinarlos.

       Las frutas y hortalizas no sólo son más variadas en esta época, sino que las podemos consumir frescas de cultivo convencional en vez de cultivos intensivos, en invernaderos, hidropónicos, … . Esto se une a que las mejores temperaturas y más horas de sol nos llevan a hacer más ejercicio y así  nuestro apetito nos induce a consumir más y por lo tanto también  compraremos más. El peligro está en que el aumento de temperaturas y su mayor duración al comprarlos en mayor cantidad, pueden llevarnos a que se estropeen con mayor rapidez si no planificamos las cantidades a comprar, el sitio para conservarlos y la manera de cocinarlo.
      
       Las neveras, al utilizarse más alimentos perecederos, hacer más calor en el ambiente y abrirse más veces para depositar y coger productos fríos, ganan temperatura con más facilidad, por lo que hay que estar atentos a su uso racional y aumentar la potencia de enfriamiento por encima de la que mantenemos en invierno.

       La compra, tanto si la hacemos a pie como en automóvil, estará sometida a más calor, por lo que es un buen momento para utilizar recipientes isotermos y procurar no tardar mucho en volver a casa para almacenar adecuadamente los alimentos, debiendo tener especial cuidado con los congelados, los huevos, las semiconservas y todo aquel producto que precise refrigeración para su conservación.

       Si tenemos alimentos en encimeras o verduleros, es muy importante que nos fijemos en que el sol varía de posición frente al Invierno, pudiendo sus rayos llegar directamente a ellos o bien elevar las temperaturas por encima de las de la calle, en las cocinas y terrazas-tendederos.

       Es en estos momentos donde la conservación de cocinados en forma de congelados se hace muy útil pues, además, nos disminuye los tiempos previos a las comidas para preparar los platos, si hemos cocinado y congelado por raciones, y nos hemos acordado de descongelar en frigorífico, al aire libre o con hornos.

       Los fiambres y embutidos, siendo una perfecta solución para comer bien todo el año, se convierten en alimentos más importantes en estas fechas, bien como elemento principal de algún plato, bien como aperitivos o platos  fríos, bien en aquellas combinaciones que tanto apetecen como son ensaladas con pastas, arroces, verduras y frutas. Es en estos tiempos, en los que salimos mas por las tardes y fines de semana a parques, jardines, montes, playa o pueblos, cuando es muy frecuente y útil el llevarnos embutidos y fiambres o latas de conserva (sardinas, sardinillas, bonito, melva o atún, patés, tortillas, queso, etc) con pan en bocadillo o no, al igual que tomarnos un tomate rojo, maduro y aromatizado porque es de secano, con una pizca de sal, convirtiéndose esos momentos al aire libre en algo placentero, tranquilo y deseable.

       Como estamos en una época de entretiempo, no debemos olvidar los platos de cuchara pues todavía hace fresco o frio por las noches y al hacer mucho mas ejercicio necesitamos más calorías para mantener la temperatura corporal y la energía necesaria para movernos más.

       En estos tiempos nos debemos cuidar mucho de dos cosas, el que los rayos solares nos pueden quemar la piel sin darnos mucha cuenta (todavía no pensamos en que nos exponemos más tiempo al sol) y de que perdemos más agua por transpiración y sudor al aumentar las temperaturas medias y, sobre todo, en las horas centrales del día. Por ello, además  de usar cremas protectoras solares, el aumentar la ingesta de bebidas y de frutas y verduras ricas en vitaminas y minerales se convierte en algo casi imprescindible para disfrutar y prepararnos para el estío.

            

miércoles, 25 de febrero de 2015


ALIMENTACIÓN Y RITMOS BIOLÓGICOS



   Dentro de las ciencias biomédicas, unido a los estudios sobre genética, sistema nervioso, hormonas, etc., se vienen estudiando desde hace tiempo las variaciones cíclicas en la función de todos los órganos y sistemas del cuerpo humano, así como de los animales. Estas variaciones es lo que se llama, desde un punto de vista técnico, los biorritmos.

   Ya se sabe que cada persona, en función de su edad, sexo, carga genética, vivienda, trabajo, etc., presenta a lo largo de su vida unos ciclos marcados, con mayor o menor variación, que afectan a su ritmo de vigilia-sueño, secreción hormonal, preparación fértil, capacidad de atención y concentración, estado de ánimo, etc. Como todo ello induce unas necesidades diferentes de elementos a consumir y producir, la consecuencia lógica es que el estado nutricional y, por lo tanto, la alimentación también presenta estos ritmos biológicos.

   Esta ritmicidad oscila desde ciclos de horas durante el día hasta otros estacionales, pasando por el llamado circadiano, el diario y otros más o menos largos, como es el ciclo menstrual en la mujer.

   Si, como dice el poeta, pudiésemos vivir sin estar pendientes del reloj y otras obligaciones, nos daríamos cuenta, de forma objetiva, de que nuestro organismo, periódicamente y de manera casi fija, nos pide unas horas de sueño, unos momentos para comer, otros para hacer ejercicio, etc., con puntualidad casi “británica”, manteniéndose así en perfectas condiciones para realizar la actividad necesaria en el momento oportuno.

   A lo largo de siglos y milenios, el ser humano se ha desarrollado y evolucionado de manera que, al contrario que otros animales en escalones inferiores la escala evolutiva, no comemos una vez cada varios días, ni siquiera una vez al día, sino que precisamos una ingesta nutricional diaria repartida en varias tomas, siendo lo ideal por encima de cuatro (hasta cinco o seis al día).

    No sólo nos ocurre esto de forma que acoplamos la ingesta de nutrientes a las necesidades de producción de hormonas, energía, neurotransmisores, etc., que varían con las horas, sino también a las necesidades de consumo energético en función de la actividad física.

    Aún más, como existen ciclos (biorritmos) de mayor tiempo de duración, las necesidades nutricionales varían también a medio y largo plazo. Los ejemplos más claros de ello los tenemos, si nos preocupamos en observarnos un poco, en la variación de apetencias y gustos que se producen para todos con los cambios estacionales, las variaciones climáticas, y, de forma especial, en las mujeres con las distintas fases del ciclo menstrual.

   Los cambios de estación, a la par que nos inducen un diferente estado de ánimo, nos llevan a cambiar el tipo de alimentación (como ya hemos comentado alguna vez), pidiendo más o menos calorías, alimentos con nutrientes diferentes y preparados de distintas maneras.

   Los ciclos menstruales inducen que se necesite una ingesta de vitamina B mayor previa al final del ciclo; diferente en la cantidad de sodio según si retenemos o perdemos líquidos; con más o menos hierro para compensar pérdidas, etc.

   En resumen, y tal como hemos comentado en ocasiones anteriores, el que comamos varias veces al día, diferente según los días, las semanas y los meses, no es sólo una cuestión de apetencias o educación sino, también y casi de forma obligada, porque el hombre tiene una serie de ciclos biológicos que inducen a ello.


miércoles, 21 de enero de 2015


DULCES, ¿ALIMENTOS, PREMIOS O CAPRICHOS?


      Cuando pensamos en los dulces, no en bollería sino en productos de pastelería, caramelos, etc., a muchos de nosotros nos vienen a la cabeza recuerdos de domingos, fiestas, celebraciones, etc., en que íbamos a la pastelería al mediodía a comprar ese postre especial que compartir en la familia. En otros momentos nos acordamos de ese kiosko que estaba al lado de casa o del colegio, donde podíamos comprar los caramelos o cromos o, a veces y con mucha fortuna, las dos cosas a la vez.

            En estos momentos, todo lo que incluimos en el término dulces, supone, sobre todo para los padres y para algunas personas con ciertas enfermedades, o sin ellas, un problema al no saber si son buenos, si se deben comer o no.

            En general, los dulces de pastelería son un alimento y de muy buena calidad. Nos aportan a la dieta calorías y, sobre todo, nutrientes de alta calidad (carbohidratos, proteínas, grasa, vitaminas, minerales) dado que sus elementos de preparación son huevos, azúcar, leche, harina, frutos secos, frutas, etc. Pero, el problema de las calorías, e incluso de personas con intolerancias y alergias, se evitan con sustituciones por edulcorantes artificiales, harinas especiales, etc.

            Por todo ello, es claro que debemos admitir que los dulces de pastelería, hechos en casa, no son sólo unos alimentos sino unos buenos o excelentes alimentos.

            De los otros dulces como caramelos, chicles, piruletas, gelatinas, etc., se puede decir que, de manera más general, aportan sobre todo un intenso sabor dulce o ácido o ambos y energía en forma de hidratos de carbono con saborizantes diversos aunque, en muchos casos, ya existen con edulcorantes artificiales que evitan el aporte calórico.

            A consecuencia de esto, podríamos concluir que más que un alimento importante de la dieta son algo así como un premio o capricho.

            El que digamos que unos y otros tenga mayor o menor importancia en la alimentación, aunque pensemos que era algo obvio, no significa que unos sean buenos y otros malos. Todos tenemos derecho a darnos caprichos, a premiarnos y a darnos un gusto, con unos y con otros. El problema, como con cualquier otro tipo de productos alimentarios es su uso, el momento y las necesidades. 

            Si algo en nuestra alimentación es hábito, puede ser malo por exceso como todo. Hay que buscar la variedad y el equilibrio. Tan malo es comer todos los días pasteles o arroz con leche como cocido o filetes de buey.

            Posiblemente, al ser menos nutritivos, los caramelos y similares, se deban controlar más y dejarlos para momentos especiales.

            Los productos de pastelería sí se pueden y deben incluir en la dieta habitual, pero como el resto de alimentos, con variedad y moderación.

            Aclarar en último lugar dos puntos respecto a ellos. Siempre se debe uno cepillar los dientes después de comerlos, para evitar la aparición de caries, como con otros alimentos pero más con ellos por su riqueza en azúcares. Lo segundo es que en muchos casos, un dulce representa la manifestación de carencias o necesidades, como faltas de calcio, energía, proteínas, estados de ánimo un poco bajos, etc., por lo que los caprichos a veces no lo son tanto.



martes, 23 de diciembre de 2014


ALIMENTACIÓN Y DEFENSAS



         El cuerpo humano, como el organismo pluricelular más complejo y organizado que existe en la naturaleza, requiere de un sistema de defensa de las agresiones internas y externas  compuesto por un entramado de barreras físicas, químicas y celulares que se encuentran en permanente actividad. No nos referimos a las técnicas de defensa aplicadas a agresiones llevadas a cabo por otros hombres, sino a todas aquellas situaciones en las que nuestro organismo debe rechazar algo nocivo y/o extraño a él mismo, aunque las diferencias entre estas dos situaciones requieren de casi lo mismo (reconocer lo potencialmente agresivo, estar preparado físicamente, tener un sistema adecuado de defensa en relación con lo que nos pueda dañar y utilizar los recursos imprescindibles para anular los efectos nocivos que se nos pudiesen causar).
La alimentación es la base principal de todo nuestro organismo al aportarnos los nutrientes necesarios para producir energía, reponer los tejidos envejecidos o dañados y formar aquello que se necesite en cada momento.
Los sistemas de defensa de nuestro cuerpo se pueden dividir en unos más generales e inespecíficos y otros más puntuales y específicos.
Como algo más general, se encuentran las barreras físicas  como la piel, las mucosas del tubo digestivo o de las vías respiratorias, los reflejos del vómito o del aceleramiento del tránsito intestinal, la tos y el estornudo, etc. Con todas ellas conseguimos que lo de dentro (agua, sales) no se pierda en el exterior (por ejemplo nos impiden deshidratarnos) y también, que lo del exterior no penetre en nosotros (agua, sales, tóxicos, bacterias, hongos, radiaciones) provocando infecciones, inflamaciones, etc.
También existen sistemas de anticuerpos y células de defensa que intentan neutralizar y destruir, si es posible, todo aquello que se reconoce como extraño.
Como sistemas específicos estarían aquellas células y anticuerpos desarrollados para enfrentarse a un tipo específico de posible agente agresor, como un polen especial, una bacteria diferente, etc.
Para que todo esto funcione, la alimentación aporta los nutrientes que permitirán a nuestras células, su reproducción y la formación de moléculas de reconocimiento de agentes extraños y de su destrucción, a la par que, manteniendo estables nuestros órganos, nos facilitará que las barreras físicas funcionen correctamente (una capa grasa que impida la deshidratación de la piel; una capa de protección de moco con abundante contenido en agua en las vías respiratorias y todo el tubo digestivo). Al mismo tiempo, con los alimentos podemos ingerir bacterias que, en nuestro organismo, viven y controlan otras bacterias y hongos, y forman vitaminas y digieren nutrientes que se pueden absorber en el tubo digestivo.
Un aporte proteico escaso con la alimentación puede llegar a causar tal disminución en la producción de anticuerpos, que las infecciones aparezcan una detrás de otra. Pero, aún mas, ese defecto en proteínas lleva a que no se repongan bien muchos tejidos, con lo que las cicatrizaciones serán más lentas y mucho más fácil tener heridas y úlceras en las zonas de roce continuo.
Muy poca grasa en el tejido subcutáneo no controla la pérdida de calor, por lo que la hipotermia será más probable en épocas de frío en personas muy delgadas.
Si pensamos un poco, la causa, en parte, de que ese abuelito que no come casi nada tenga más infecciones y úlceras es la misma por la que esa adolescente flacucha que iba en moto a 0ºC casi sin abrigo tuviese un cuadro de hipotermia, con congelaciones en los dedos de los pies (como los montañeros) y una neumonía el pasado invierno o  que ese señor con una obesidad patológica haya podido desarrollar una tuberculosis pulmonar o una celulitis en las piernas.
Comer bien, en cantidad y calidad, sin escasez ni exceso, de forma equilibrada y en buena compañía (lo psicológico es otro pilar fundamental de nuestras defensas) es necesario para poder defendernos de todo aquello que pueda intentar dañarnos, vivo o inerte, grande o pequeño.


miércoles, 26 de noviembre de 2014

FESTEJAR CON SALUD 

Excepto en algunos grupos sociales con determinadas características religiosas, en la mayoría de sociedades las festividades se celebran, si no en su totalidad sí en gran parte, alrededor de una buena mesa.
La comida es una de las necesidades básicas del ser humano y en estos momentos, a pesar del discurrir de los siglos sigue sin ser suficiente en muchas partes del mundo. Esto ha llevado a que en los momentos importantes de nuestra vida, en los que celebramos algo y nos reunimos con amigos y familia con los que no lo hacemos habitualmente, intentemos que las viandas sean de buena calidad, estén bien presentadas, gusten a todos los comensales y, sobre todo, sean suficientes para saciar a un náufrago cualquiera.
La consecuencia de lo anterior, en nuestro caso, es que la celebración familiar más esperada e importante del año, como es la Navidad se convierta en un “festín” de comida y bebida que parece totalmente opuesta al concepto, tan necesario en nuestra sociedad, de comer de forma que preservemos nuestra salud.
Pues, aunque parezca imposible, podemos seguir disfrutando de las fiestas y de las comidas y conservar la salud. Para ello solo nos hace falta seguir unos pocos consejos que a todos se nos podrían ocurrir casi instintivamente.
En la mayoría de casos tendemos a comer con un exceso de proteínas que se agrava al ser los productos como marisco, carnes y pescados los más apreciados y “preciosos” (caros). En estos casos solo hay que utilizar un pequeño truco en su presentación, que no solo los hace más atractivos a la vista sino nutricionalmente mejores, como es acompañarlos de una guarnición variada y abundante. Así conseguimos varias cosas a la vez; el plato, con más color, es más atractivo a la vista; ofrecemos diversas verduras para diferentes gustos; el aporte de vitaminas, minerales y fibra es mayor; nos podemos saciar antes sin pasarnos de ingesta calórica; y, por último, mejoramos la digestión y el paso del alimento por el tubo digestivo.
En muchos casos tendemos a acabar las comidas siempre con dulces y sin frutas. Aunque queramos conservar los turrones, mazapanes, etc., podemos equilibrar la comida con una macedonia, pastel o pudin de frutas, que se podría acompañar de helado. Este tipo de postres son fáciles de cocinar, muy sabrosos, ligeros, con capacidad de saciar, ricos en fibra y vitaminas y sin demasiadas calorías.
El alcohol es otro de los problemas que nos podemos encontrar. Se tiende a beber mucho más de lo habitual y de bebidas de alta graduación. Es preferible tomar bebidas de buena calidad en poca cantidad que malas y abundantes. Hay alternativas para aquellos que no deben tomar alcohol, como son los refrescos, mosto, batidos, gaseosa, zumos, etc., sin olvidarnos del agua. Por ejemplo se puede hacer sorbete de limón o de naranja sin alcohol y brindar con burbujas sin cava.
Los purés, lombarda, escarola, cremas, sopas ilustradas, espárragos, pastas de queso servida con zanahoria y endivias, etc., etc., etc., son otras de las muchas posibilidades que nos permitan disfrutar de unas estupendas celebraciones donde la comida y la bebida son importantes, pero la compañía  y la salud lo son más.